Cuan poco nos demoramos en pensar que ya lo vivimos todo. Que ya nada nos puede sorprender al punto de que no se nos mueve nada. ¡Pero que equivocados podemos llegar a estar! El domingo recién pasado tomé el avión desde Santiago rumbo a Buenos Aires. Última vez que voy a estar VIVIENDO en mi casa. Última vez que mis padres van a tener un hijo en la suya. El último hijo en dejar la casa. Mis últimos estudios. Últimos días de dependencia, sobre todo… ¡Económica!
Pero que puedo decir, también es un gran momento de “primeras”. Primera vez que voy a vivir completamente SOLO. Primera vez que me voy a pagar cada una de mis cuentas. ¡Primera vez que voy a estar trabajando con un titulo! Podría seguir por horas. Pero creo que lo fundamente es que por mucho que haya tenido grandes experiencias en mi vida: El intercambio en Emory, el MBA en viña. Allí estuve solo, es verdad, pero era diferente. Siempre tenía una base firme donde volver. Alguien que me mantuviese. Que diferente es estar en el punto donde tuve que vender todos mis activos para poder acomodarme acá. Donde tengo que jugármelas por encontrar donde vivir en menos de 6 días. Aunque sea difícil reconocerlo, no tener al papito y a la mamita atrás.
Me encuentro en una nueva aventura. Se me abre un campo de visión que nunca tuve, que yo pensé que era parte de mí. Que equivocado estaba. Buenos Aires querido, me aprontas a caminar por una senda hasta hace poco desconocida. Se me retuerce el estomago y se estimula mi alma de solo pensar lo que tengo por delante. Cuanto queda, cuan poco se. Cuantas oportunidades… posibilidades. No tengo miedo, de eso estoy seguro. Es solo una sensación de… rareza. De no saber realmente donde estoy parado, pero al mismo tiempo con mucha seguridad. Buenos Aires querido, alójame en tu tango, cobíjame con tus carnes y abrázame con tu gente, que poco sé y mucho quiero aprender.
Adelante…