Tuve la suerte de pasar por una universidad donde te invitan a materializar tus sueños, donde te empujan a ser único, a diferenciarte del resto (no trato de hacerle propaganda, pero creo que realmente es así). Desde el mismo día que empecé a estudiar Ingeniería Comercial en la UAI nos invitaron a emprender. A transformar las ideas que pasaban por nuestra cabeza en una realidad. Suena bonito y motivador, pero hay que hacerlo realmente.
Rápidamente la idea se metió en mi cabeza y la verdad es que el bichito se alojó y construyó su hogar en medio de mis neuronas. Con el constante flujo de actividades; muchísimo estudio, prácticas y trabajos en los veranos, ayudantias, entre otros, nunca me fue posible ni tampoco perseguí mucho el tomar el toro por los cuernos.
Fuera de la adrenalina que puedo llegar a sentir en este momento por transformarme en un "emprendedor" y por concretar aquello que me estaba dando vueltas hace ya tanto tiempo (ni les explico la fiesta que está haciendo el bichito en mi cabeza),no puedo negar que tengo susto. Ni siquiera susto, TERROR. Todo el mundo sabe que las apariencias engañan, por fuera muestras una seguridad contundente, esa cara de "voy a conquistar el mundo" que no te la quita nadie, pero por dentro, cada célula nerviosa está en completa actividad. Las pocas horas de sueño con las que puedo contar a causa del estudio, son asestadas por metrallas de sueños relacionados con el proyecto. Algunos donde nos están poniendo laureles y ovacionando por nuestro éxito y otros donde poco falta para mendigar en un callejón. ¿Las 2 caras de la moneda no?
Pero trataré de enfocarme en un dicho muy sabio que reza "Quien no arriesga nada, no pierde ni gana" y por supuesto, si las cosas no salen como planeadas hay que tener claro que “En tiempos de cambio, los que aprenden heredarán el mundo; quienes ya lo saben todo, por el contrario están preparados para un mundo que ya no existe”. Gracias a Dios que me acompaña un grupo increible.
Siempre he pensado que la vida es como la enfrentas, jamás voy a mirarla con los ojos hacia el suelo, siempre de frente y mirando a la retina del futuro.
Aquí voy, la compuerta está abierta, mis pies ya no tocan suelo firme, aunque sea a 1000 metros de altura seguía siendo firme. El viento choca contra mi cara, adrenalinico. Mi estomago ya parece estar en la boca de mi garganta... Solo queda tirar del cordel... Pero suceda lo que suceda, la sensación de estar flotando en le aire a 1000 metros no me la quita nadie.