Es difícil tener una real comprensión de la realidad que estás viviendo en un minuto dado de tu vida cuando lo que realmente quieres es evitarla. Son momentos de tu vida que sientes que todo está mejorando. Que realmente lo que viene hacia adelante es mejor. Pero… ¿Por qué me embarga la tristeza?
Una nueva etapa, cuantas veces he escuchado decir de mi propia boca o mis propias teclas para ser más exacto. Pero es la realidad. El cambio viene y más rápido de lo que jamás imaginé. Me cayó encima y sentí todo un peso en un par de horas. De nuevo… ¿Dónde está la felicidad?
Dios, se me atragantan las palabras, tengo tanto que decir que no soy capaz de escupirlo en un par de líneas. Como explicar todo lo que me ha pasado en Argentina? Como llegar a poner en palabras como me cambió, cuanto crecí, cuanto estoy dejando atrás. No sé puede, al menos haré el intento.
Todo comenzó con una euforia sin límites. Día tras día conociendo la noche porteña y convirtiendome en uno más. Dejando que la vida me sumerja en ese nuevo mar de emociones que me quitaba poco a poco ese vacío tan grande en mi corazón que embarcó conmigo desde Chile con olor a los néctares de Centroamérica.
Llegue a una sociedad tan parecida a la nuestra pero al mismo tiempo tan distinta. Valores que tomamos por dados, estaban enfocados a otro rumbo. A veces buenos, a veces malos, pero siempre ahí. Diferentes pero haciendo mella en esa piedra cultural tan fuerte que me había marcado toda mi vida. Demostrándome que la vida no tiene un solo sentido sino más bien una conjunción de caminos dentro de los que vas saltando como si fueran realidades paralelas y te van formando en uno sólo que irónicamente tiene el nombre de “tu vida”.
La locura inicial se convirtió en un estado de acostumbramiento y a asumir una nueva realidad… A asumir algo que estaba perdido en lo más profundo de mi vida: humildad. Dios… como me faltaba. Si bien el esfuerzo y el jugarla por mi vida siempre han sido parte de mi, jamás me di cuenta que a pesar de todo la comodidad de mi ambiente que inevitablemente me habría oportunidades que no eran normales, me llevaba por el camino de la facilidad esforzada. Interesante término.
Llegado el punto vinieron los inevitables conflictos de vida. Amigos, trabajo… corazones rotos… Nada anormal… si no lo vives sólo. Pero me embargaron las ganas de escapar, de dejarlo todo atrás y ni siquiera mirar. De volver… volver para siempre. Pero el destino, una fortaleza escondida y quizás los lazos del destino me retuvieron cerca de las aguas del río de la plata. No me querían soltar.
Entre brincos y saltos, encontré un poco de tranquilidad para mi corazón. Un poco de tibiedad para aquella nublada parte de mi que cada día se iba consumiendo en la falta. La compañía me revivió, revitalizó y enseñó.
Ahora… aquí estoy. Esta vez más tranquilo. Más maduro. Más… triste. Hoy miro por la ventana y veo mi ciudad. Veo los recuerdos que pasan flotando tal solitario suspiro en el aire. Escucho risas en el ambiente, risas que por siempre quedarán. Veo aquello ojos que me miraron con ternura de amigo y también aquellos que me miraron con pasión. Veo el entendimiento de aquellos amigos que me entregaron todo siendo que tan poco me conocían. En cada muralla… en cada esquina, los veo a cada uno y a todos. Me abruma la historia, me deja sin aliento.
Hoy, después de tantos días de no pensar, de estar completamente embobado en el trabajo. De solo pensar en completar los “due dates” y rendir.. rendir.. rendir rendir… hoy realmente llegue a casa… Hoy simplemente llegue sin nada que hacer. Por primera vez, a mi cabeza le comenzó a penetrar una idea que hasta el momento estaba retumbando cual tambor de guerra queriendo romper las barreras y demostrar su presencia. Lo logró. Lo sentí… Hoy por primera vez me dije a mi mismo: me voy.
Con una caminata lenta sin ganas, decidí no sé porqué, ya que me quedan 9 días… Decidí sacar la ropa… Hacer algunas maletas. Al ritmo de la música, ordené con una lentitud que definitivamente no me caracteriza. Hasta que ahí la vi. Arriba de mi cama abierta y llena hasta el tope de zapatos, poleras, pantalones… La maleta, el símbolo del viaje. El argumento que me faltaba, ahí gritando en frente mío “te vas... asúmelo”.
Logré hacer una maleta más y luego me quedé ahí… sólo mirando. Los pensamientos me cruzan, las ideas me vuelven loco. ¿Me podré quedar? ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿ME QUIERO IR??????
Quedan 9 días y el reloj no para de avanzar y va a llegar eventualmente a cero. No hay vuelta atrás, me voy. Esta ciudad se roba un pedazo de mi corazón que va a quedar impregnado en cada calle. Dejo un pedacito de mi alma en cada una de las personas que conocí. Espero dejar tanto como lo que me llevo.
Gracias por todas esas noches de joda.
Gracias por todas esas conversaciones.
Gracias por todos esos corazones que fueron mios temporalmente.
Gracias por hacerme crecer.
Gracias por convertir esto en una experiencia de vida.
Gracias…