¿Entonces? Porque diablos fuera de perder el tiempo en cosas que valen la pena, además lo perdemos en cosas que nos hacen daño? Peor aún, insistimos en llevarlas a un nivel más alto! Peleas de pareja. No digo que no se deba discutir, al contrario, creo que es la base de una relación sincera y dispuesta a seguir adelante. Pero no es necesario pasar de una discusión a una pelea. Finalmente es peor, cada uno se encierra en su mundo por razones tan absurdas, pero lógicas, como "como se atreve a decirme eso", "no puedo creer lo que hizo" etc. El punto se pierde, las razones dejan de ser válidas. Sólo el daño queda palpable y latente.
Como si esto fuera poco, las peleas además nos llevan a intentar evitar el conflicto. Lógicamente no vamos a querer volver a pasar por lo mismo y a veces dejamos de decir lo que estamos sintiendo por la única razón de creer que va a terminar en una pelea. Nada puede ser peor, cae la sinceridad. Muere la honestidad. Comienza un alejamiento que puede llegar a ser mortal. ¿Cuantas veces no te has arrepentido de haber dicho algo de la manera que lo hiciste, por el sólo hecho de estar fuera de control? ¿ Cuantas veces no te das cuenta que de haberlo dicho diferente, quizás el otro lo hubiese entendido y más aún, aceptado? Es la esclavitud humana frente al ego, el egoísmo y la ira. Cuando dejamos que la peor parte de nuestros sentimientos salgan a flote.
Yo soy una fiel víctima de mis propias palabras. No puedo siquiera contar la cantidad de veces que he cedido a mi humor y he dejado de lado la razón por el sólo hecho de no querer perder. De demostrar que tengo la razón, aún cuando no la tengo, pero no puedo ceder porque "ya es muy tarde". Que impotencia cada vez que me he dado cuenta que no puedo dar marcha atrás. Se que tengo en parte un punto válido, pero por el sólo hecho de no aceptar que mi media naranja también tenía razón también en parte. Nuevamente lo digo, el tango se baila de a dos! Gracias a Dios somos seres imperfectos. ¡Tenemos que seguir aprendiendo! Pero.. ¡Cómo cuesta aceptarlo! Simplemente somos demasiado orgullosos para aceptar que lo que nosotros queremos demostrar no es lo único que importa... Ahí está la clave.
El amor es demasiado frágil y precioso como para perderlo por bobadas. Decir que no vale la pena matarlo con peleas es poco. Me es difícil describir el dolor que he sentido después de pelear con mi media naranja. Es tal el nivel de sentimientos que tengo hacia ella que más daño me hace cuando la adrenalina comienza a bajar y poco a poco la razón va volviendo al cuerpo. Cuando poco a poco retornamos a nuestro cuerpo y comenzamos a preguntarnos "Mierda...¿Que acabo de hacer?"
¿Donde escondemos entonces los besos? Que hacemos con todo ese amor que queda escondido bajo las sábanas y se ahoga bajo los puños apretados. Ese "Te amo" que queda atorado en la garganta. O ese "Perdón" que realmente queremos decir pero no nos atrevemos. Cuando lo único que quieres es correr a su encuentro y abrazarla por horas hasta más no poder, pero no lo haces porque "no... ¡El (ella) no puede ganar!" El orgullo nos destruye con la eficacia de un enemigo poderoso y la batalla por vencerlo se hace maratónica.
Realmente, lo único que espero y deseo es no haber llegado al punto de haber herido sin necesidad a mi media naranja al nivel de no poder ser perdonado.
Tú me dices
yo te digo
y así empieza nuestra guerra cotidiana
yo me armo de adjetivos
tú conjugas el peor de mis pasados.
Y te apunto
donde duele
y te acuerdo el peor de tus pecados
tú reviras la ofensiva
y disparas donde sabes que haces daño.
Y en el campo de batalla
quedan muertos los minutos que perdemos
tú me dices,
yo te digo,
y así acaba nuestra guerra cotidiana
esta guerra sin cuartel que nadie gana.
Porque hablamos
y no usamos ese tiempo en darnos besos
en pintarnos con las manos
las caricias que queremos
y que no nos damos
porque siempre hablamos
de lo tuyo y de lo mío
del pasado y los culpables
mientras muere otro minuto
porque hablamos.
Ya te dije
que no es cierto
ya dijiste que tú no eres lo que digo
nadie cree
nadie acepta
cada quién defiende su utopía
y el fantasma de la duda
se abre paso en la frontera del futuro
y el presente moribundo
se consuela con lo poco que nos queda.
Y te quiero
y me quieres
pero somos más idiotas que sensatos
y aparece otro día
y nos van quedando llagas incurables
de esta maldita enfermedad de hablar sin más.
Porque hablamos
y no usamos ese tiempo en darnos besos
en pintarnos con las manos
las caricias que queremos
y que no nos damos
porque siempre hablamos
de lo tuyo y de lo mío
del pasado y los culpables
mientras muere otro minuto
porque hablamos.
Mientras muere otro minuto...
porque hablamos.
Ricardo Arjona
Porque Hablamos
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